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Reconoce los síntomas del Trastorno Dismórfico Corporal

Reconoce los síntomas del Trastorno Dismórfico Corporal
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A estas alturas la medicina y la cirugía plásticas están absolutamente integradas en nuestras vidas para mejorar nuestro aspecto, para ayudarnos a superar los complejos que nos agobian, para tener mejor salud física y mental…

Los tratamientos y las intervenciones siguen evolucionando y aplicando nuevas tecnologías e instrumental con el fin de que nos sintamos cada vez mejor en nuestra piel y los resultados sean naturales y armónicos. Y hay que aprovecharse de estos avances y usar la medicina estética en nuestro favor, siempre que no se convierta en una obsesión. Porque cuando comenzamos con los “retoques” pero no sabemos cuando parar, podemos terminar sufriendo un trastorno obsesivo, una preocupación fuera de lo normal por algún defecto, ya sea real o imaginado, que creemos tener.

A este desarreglo se le denomina Trastorno Dismórfico Corporal (TDC) (anteriormente conocido como dismorfofobia), y podría deberse a una combinación de factores biológicos, psicológicos y ambientales de su pasado o presente. Por otra parte la sobreexposición en las redes sociales, el uso de filtros y las permanentes comparaciones hacen crecer las inseguridades y maximizar los defectos (reales o no). El TDC se manifiesta en la adolescencia o en la edad adulta temprana, y es más común entre mujeres que entre hombres. Es cierto que en muchos casos los pacientes se resisten a reconocer que padecen un trastorno mental que les genera una imagen distorsionada de su propio cuerpo sin un motivo objetivo, pues aunque exista algún tipo de defecto real el afectado sufre constantemente obsesionado con él. Por eso hay personas que recurren de manera abusiva a las cirugías tratando, casi siempre inútilmente, de superar un complejo que nunca consiguen vencer, pues tras una satisfacción temporal o una reducción en la angustia, casi siempre la ansiedad regresa y es posible que se recaiga en la búsqueda para arreglar el defecto percibido.

Es una dolencia de curso crónico cuyos síntomas se mantienen o empeoran con el tiempo si no se tratan, y la solución pasa por buscar ayuda psicológica o psiquiátrica, con terapia cognitivo-conductual y medicamentos.

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