Piel atópica: como cuidarla a diario.
La dermatitis atópica (o eccema atópico) es una enfermedad de la piel que se presenta en la cara y cuerpo de bebés, niños y adultos. La dermatitis atópica se debe a una reacción (similar a una alergia) en la piel. Esta reacción provoca hinchazón y enrojecimiento continuos. Las personas con dermatitis atópica pueden ser más sensibles debido a que su piel carece de ciertas proteínas. La incidencia va en aumento, sobre todo en el mundo occidental, donde se ha producido un incremento del doble y del triple en los casos conocidos con respecto a hace 30 años.
Si bien no se conoce ninguna causa originaria de la dermatitis atópica, existen pruebas de que vinculan la enfermedad con el asma y con la fiebre del heno. No obstante, sí se sabe que existen una serie de factores que pueden influir en la aparición de esta enfermedad de la piel:
– Genética: algunas investigaciones han demostrado que existe una relación entre el asma, la dermatitis atópica y la fiebre del heno. Si cualquier de los padres tienen alguna de estas patologías, las probabilidades de que su hijo tenga dermatitis atópica aumentan considerablemente.
– Clima: Los ambientes fríos y las ciudades contaminadas incrementan las opciones de que una persona padezca dermatitis atópica.
– Edad de la madre: Cuanto mayor sea la madre en el momento de dar a luz, el riesgo de desarrollar dermatitis atópica aumenta. Además, las mujeres tienen más posibilidades de tenerla que los hombres.
La dermatitis atópica es más común en bebés. Puede comenzar incluso ya a la edad de 2 a 6 meses. Muchas personas lo superan con el tiempo a comienzos de la vida adulta.
Prevención
Dado que no se conocen las causas específicas que provocan la aparición de la enfermedad, los especialistas tampoco han establecido las acciones que puede llevar el paciente para prevenir la dermatitis atópica.
Sin embargo, existen factores modificables, como dejar de fumar, cuidar el tipo de ropa que utiliza para vestir e intentar vivir en zonas no contaminadas y cálidas.
En el caso de los bebés, el tratamiento dependerá de la edad del niño y de la severidad de los síntomas, que con suerte suelen ir remitiendo a medida que se hace mayor. Lo más importante es ayudar a la piel tomando diversas medidas de precaución. Evitar los baños largos y con agua caliente y usar una crema extra emoliente por todo el cuerpo. En la medida de lo posible, conviene mantener una humedad y una temperatura ambientes constantes.
Usar detergentes suaves y aclarar bien la ropa, e intentar que, en caso de irritación, el niño no se rasque. El uso de jabones de avena, aguas termales con poderes calmantes y cremas muy grasas ayudan a aliviar estos síntomas y a evitar que puedan ir a más. En caso de infección, será el dermatólogo quien prescriba el tratamiento más adecuado.